lunes, 7 de abril de 2008

Mail a un amigo en Miami

Querido amigo: Los soldados americanos han ametrallado ayer una manifestación de iraqueses, asesinando a quince e hiriendo a otros cuarenta y cinco, muchos de los cuales agonizan. Como nunca te ha salido bien el cinismo, me imagino – más allá de los logros personales que Gabi me comenta – lo difícil que te debe resultar seguir viviendo en el Country de Frías. Santa Fé, la ciudad, yace bajo las aguas. No te puedo explicar. Hay que verlo. Una ciudad arrasada. Te lo explico con antropología futbolera: la cancha de Colón es un lago; el enganche que ayer corría, el que amagaba con salir por derecha y hacía la rabona hacia la izquierda para el tres que avanzaba, debe saber nadar. Dos metros de agua, de mierda que escapa de las discretas vísceras de la tierra. Y la gente, la gente que mira desde los techos y espera el agua mineral, la leche, el pan... que no llega. Menem ha envejecido, no encuentra las palabras. Ve, detrás del balotage, la horca o la mazmorra federal, marmoleana, la justicia lesbiana que se lame los labios purpurinos para hincarle, sin ganas, la lengua en el trasero de anciano reciclado. Joder. Joder. Nunca vas a creerlo. La televisión me hace llorar. Ahora, camino por San Diego con una abrazadera de dos kilos de peso en cada pierna. Ayer he descubierto la razón de esta extraña rutina. Lo comenté a Viviana, camino a Buenos Aires, a tu casa de EEUU donde acabo de encender la calefacción que durante tanto tiempo te ha abrigado. El cáncer de pulmón lo consume a mi padre: débil, resignado, ha dejado de caminar y está postrado. Sus piernas no resisten. Camino por los dos, reniego de mi oscuro origen judío y me pongo dos cruces cristianas y un sudor de varón declinante, de efebo travestido con cincuenta años de penas y tan pocos olvidos. Fantasía improbable o compensación: ahorro para visitarte. Juego a que quiero llevar a mis hijos a Orlando pero pienso en tu pieza de huéspedes sin ventanas. Si las Mil y Una Noches extienden su magia; si soy Alí Baba y Vivi no se entera de la elusión de cuatro o cinco guitas semanales, tal vez me ofrezcas unas horas un colchón en tu casa. Te amo. Y es casi una virtud quererte tanto sin que nadie pueda acusarme de ser puto.

CLAUDIO N. (O FERNÁNDEZ).

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