sábado, 29 de marzo de 2008

Despedida de Alfredo, hermano de Claudio, leída en Memorial

Desde mi lugar de hermano todo lo que diga inevitablemente será tildado de subjetivo. Pero por supuesto esa calificación no me importa. No crean que nuestra relación fraternal ha sido idílica. Por el contrario ha sido siempre como es la vida misma, con altos y bajos. Pero reconozco que siempre su vida ha sido mucho más interesante que la mía. Su inteligencia, no siempre desarrollada para su propia protección, era de una superioridad tan grande que sus éxitos siempre eran para sus hermanos, inalcanzables. Era una de esas personas a las cuales solo se la podía odiar o amar intensamente. Porque su fina ironía, sus comentarios sarcásticos, su lucidez, que no se viera afectada más que en pequeños períodos durante su enfermedad, eran tan magníficos que los interlocutores podían quedarse horas escuchándolo mientras que uno trataba de introducir algún comentario que no pareciera demasiado estúpido. Estamos aquí para despedirlo. Pero solo para despedir su cuerpo, porque su espíritu, su alma, sus pensamientos nos sobrevivirán sin ninguna duda y supongo que desde algún lugar, que cada uno puede llamar como desee, estará junto a Atilano, nuestro padre, riéndose al ver nuestros rostros crispados y nuestra aflicción, porque lo estructurado, lo normal y lo corriente no eran sus características.

Chau Claudio!. Te amamos y te vamos a extrañar muchísimo. Por suerte queda todo aquello que creaste: tus hijos, tus libros, tus obras de teatro, tu famoso estanque, tu huerta, tus canteros de flores, tus comentarios y tus pensamientos para poder, de vez en cuando, creer que todavía te tenemos junto a nosotros.

Alfredo.

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